La amabilidad y la compasión como motores para motivarte este año, en vez de la crítica y el castigo.
El nuevo año ya está aquí dejando atrás las fiestas, ese tiempo en el cual nos permitimos disfrutar, excedernos, no planificar, no tener objetivos. Tal vez junto con las vacaciones de verano sea la época del año en la que sin darnos cuenta, estemos más presentes.
Dejamos de tener la mente ocupada en el hacer y nos permitimos simplemente ser, estar con nosotras mismas y con los nuestros, dejando atrás rutinas, deberes y planificaciones.
Y al llegar el nuevo año probablemente renazcan con nueva energía aquellos propósitos que creemos nos ayudarán a ser más felices y estar mejor, poniendo nuestra mente de nuevo en modo hacer: ir al gimnasio, aprender inglés, hacer cursos de cocina, cuidarnos más, etc…
Tras el descanso, el cuerpo y la mente nos piden orden, rutina, necesitamos volver a sentir el bienestar que nos aporta el saber que estamos trabajando para conseguir aquello que nos hará más felices.
Sin embargo, sabemos que esa energía poco a poco se irá debilitando, pero no queremos renunciar, aunque sea por poco tiempo, a saber que somos capaces de ir hacia dónde queremos ir.
Y es aquí donde entra la amabilidad y la autocompasión como propósitos. Te planteo esta reflexión, ¿Cómo te sueles motivar para conseguir tus objetivos? ¿Qué palabras te dices a ti mismo/a para motivarte? ¿Y qué palabras te dices cuando fallas, cuando no consigues cumplir con tus objetivos?
Según dicen los estudios, la mayoría de personas utilizan la autocrítica o lo que es lo mismo, la mano dura, para motivarse, sobre todo cuando se refiere a incorporar hábitos como la alimentación o el ejercicio.
Cuando no conseguimos nuestros objetivos, nos criticamos activamente por ello, y es el propio miedo o rechazo al discurso interno crítico lo que nos motiva a seguir adelante, junto con la idea de que si no somos duras con nosotras mismos, nos convertiremos en perezosas. A nadie le gusta oír cuándo no consigue sus objetivos palabras como “ya has vuelto a fracasar, no tienes fuerza de voluntad, eres débil, otra vez no lo vas a conseguir, etc…”
Por tanto, motivarse desde la autocrítica es motivarse desde el miedo a que aparezcan estos juicios negativos, tanto por parte nuestra como de los demás.
Lo curioso es que, tanto el miedo a la autocrítica como la autocrítica en sí misma, provocan un efecto de amenaza o de estrés en nuestro cerebro, disparando nuestra ansiedad, y por tanto la necesidad de confortarnos precisamente con aquello que queremos controlar, como es la comida, el tabaco, el café, etc… ¿no parece muy buena estrategia, verdad? Más bien es un círculo vicioso del que es difícil salir.
La buena noticia es que frente a la estrategia de la mano dura, existe una alternativa que nos ayudará a sostener nuestros fracasos con amabilidad, una estrategia que no nos provoca ni estrés ni ansiedad y que nos ayudará a perseverar con nuestros objetivos. Es la estrategia de la compasión.
Compasión quiere decir ser amables y consolarnos activamente cuando sufrimos. Compasión no quiere decir complacencia o lástima, sino entender que muchas de las respuestas que damos en la vida son consecuencia de aprendizajes previos, de nuestras emociones, de nuestras experiencia vitales, y por tanto, no debemos castigarnos por ello sino consolarnos.
¿Qué le dirías a una amiga si te cuenta que sin darse cuenta se ha comido un paquete entero de galletas? ¿Y qué te dices a ti mismo/a?
¿Cómo te gustaría ser consolado cuando las cosas no van bien? ¿Qué palabras de confort te gustaría recibir cuando has tenido una conducta que crees que no es correcta? Puedes decirte que eres débil o no tienes fuerza de voluntad, o puedes decirte amablemente que es humano, que todos no equivocamos, que lo que cuenta es la intención y que esa intención era buena y que mañana lo volverás a intentar.
Numero estudios están demostrando cómo la compasión y la amabilidad con uno mismo son más efectivos como motivadores para conseguir mejorar nuestros hábitos frente a la crítica y el castigo.
Te dejo un ejercicio de compasión que puedes practicar cuando sientas que has fracasado (yo lo practico), cuando las cosas no te salgan cómo esperabas o cuando notes que estás sufriendo:
- Cierra los ojos, haz unas respiraciones profundas e intenta contactar con la emoción que estás sintiendo (frustración, enfado, rabia, ira, etc…). Intenta poner presencia en qué parte del cuerpo notas esa emoción.
- A continuación, envíate buenos deseos con estas frases. Es importante que te las digas con calidez, cómo se las dirías a un amigo/a al que intentas consolar:
Que pueda ser amable conmigo mismo/a
Que pueda ser comprensivo/a conmigo mismo/a
Qué esté seguro/a
Qué esté tranquilo/a
Que pueda aceptar mi vida tal y como en este momento.
- Dedícate un tiempo a consolarte con estas frases (u otras que te surjan), en silencio.
- Al acabar, pon presencia a cómo te sientes después de haberte calmado activamente con la compasión.
Cierro este post invitándote a hacer esta reflexión: ante una conducta poco apropiada, compara cómo te sentirías después de criticarte, frente a cómo te sentirías si fueras amable contigo mismo/a. Y una vez visualizadas ambas opciones, ¿desde cuál crees que serás más capaz de levantarte y seguir intentándolo?
Lecturas recomendadas:
Sé amable contigo mismo Kristinn Neff
La Compasión: el corazón del Mindfulness Vicente Simón
Mindfulness y Compasión: la nueva revolución, Javier García Campayo.