A menudo te hablo en este blog sobre la naturaleza compasiva de nuestra mente y sobre cómo los aprendizajes contextuales nos llevan a olvidar/perder que somos merecedoras de esa compasión.
Te recuerdo que la compasión es una motivación humana conectada con el deseo de que los seres que nos rodean estén bien. Implica amabilidad y comprensión hacia el sufrimiento humano y tomar partido para aliviarlo en la medida de lo posible. La autocompasión se refiere a conectar esa motivación con nuestro propio sufrimiento.
Hoy te quiero compartir 3 puntos clave para entender por qué es tan importante cultivar la autocompasión cuando estamos en lucha con nuestro cuerpo y la comida.
1. Desidentificarnos de lo que nos cuenta nuestra mente.
Los pensamientos y emociones que nos genera el cuerpo son aprendidos. No nacimos odiando nuestros cuerpos, ha sido la sociedad la que nos ha vendido que solo vamos a ser merecedoras o tener salud cuando nuestros cuerpos se ajusten a nuestros cánones sociales. En los momentos críticos ya sea con la comida o el cuerpo, nuestra mente se puede enredar en ello, entrando en una espiral de la que es difícil salir. Un componente de la compasión es el mindfulness (no podemos darnos compasión si no nos damos cuenta de que estamos sufriendo). No esperes que tu mente no produzca pensamientos de critica si llevas años haciéndolo. Intentarlo solo te llevará a la frustración.
Aprender a observar lo que la mente nos cuenta y elegir soltar esos pensamientos, como si fueran nubes en el cielo es el primer paso para crear espacio para la amabilidad.
2. Conectar con la humanidad compartida.
Este concepto de compasión acunado por Kristin Neff nos ayuda a salir del aislamiento, lo que nos más nos hace sufrir cuando nos sentimos atascadas es la vergüenza y el sentimiento de no valía. Conectamos con un dolor profundo de que hay algo que está mal en nosotras por no ser capaces, por haber vuelto a fallar, etc…La humanidad compartida es un recordatorio de la naturaleza humana: somos seres haciéndolo lo mejor que sabemos en medio de una sociedad que no nos lo pone nada fácil. Es recordarnos que, al igual que cualquier ser humano, sea como sea nuestro cuerpo, hayamos hecho lo que hayamos hecho, seguimos siendo merecedoras de amor y respeto.
3. Apoyarnos y motivarnos desde la amabilidad.
Una vez nos hemos dado cuenta de los pensamientos y sentimientos difíciles que experimentamos y hemos salido del bucle de la indignidad, podemos crear un espacio para responder a los desafíos que nos presenta la vida desde la compasión y la amabilidad.
Este tercer paso implica que seas consciente de las acciones a dónde te lleva tu mente cuando estás en ese trance de indignidad (restringir comida, volver a hacer dieta, comer emocional, hacer ejercicio que no te gusta, etc…) . Todas estas son acciones reactivas, son los automatismos que te han servido en el pasado para salir de ese bucle. La mirada compasiva nos invita a poner consciencia del daño que eso nos han generado estas conductas y motivarnos a hacer algo que esté verdaderamente conectado con cuidarnos, atendernos y respetarnos.
De alguna manera la autocompasión nos ayuda a motivarnos y a cuidarnos de manera significativa, todo lo contrario de lo que mucha gente piensa (que es autocondescendencia o debilidad)
Como siempre, espero que mis palabras te resulten inspiradoras. Me encantará saber si lo que te comparto tiene sentido para ti y saber cómo has empezado el curso escolar.
Ojalá esto que te comparto te sirva, me encantará saber cómo te va en esto de escuchar tu cuerpo, y aflojarte o empujarte dependiendo de tu momento vital.
Interacciones con los lectores