¿Te apetece practicar la no dieta del verano para empezar a cuidarte desde la flexibilidad y no desde el control? En este post te doy algunas claves.
Ya estamos rozando las tan ansiadas vacaciones, preparados para dejar atrás estrés, las obligaciones, la dieta… ¡Qué ganas, qué necesidad de descansar, de desconectar, de disfrutar!…¿comiendo?
¡Pues claro que sí!
Cómo no, el verano no sería lo mismo si no pudiésemos disfrutar de una paellita, una cervecita a media tarde, un aperitivo de domingo!
Asociamos verano a placer, a regalarnos todo aquello que durante el año no podemos permitirnos, a disfrutar al máximo… y es bueno que sea así, porque nuestra mente necesita pequeños «resets» para poder empezar en septiembre con energías renovadas, con proyectos, que aunque sean a pequeña escala nos ilusionen.
Ya sabemos que no tendríamos que plantearnos la vida por el sistema pistoletazo de salida septiembre-enero…, pero la realidad es esa, funcionamos así.
¿Y qué pasa con la dieta? Pues no va a ser menos, cuando estamos de vacaciones nos olvidamos de cuidarnos y nos lanzamos a la piscina de los excesos, pensando que cuando llegue el mes de septiembre ya nos volveremos a poner a ello.
Sabemos que no debería ser así, que deberíamos ser capaces de llevar unos hábitos saludables todo el año, que la operación bikini no tendría que existir…, pero ¿cómo podemos no caer en la trampa, cómo podemos no dejarnos llevar por el placer que supone estar liberados de todo, de la dieta, del estrés, de los horarios…?
Desde mi experiencia profesional y según apuntan numerosos estudios en torno a los hábitos saludables, la clave está en flexibilidad a largo plazo. Debemos evitar caer en el todo o nada: o me alimento como un hermitaño, o me pego unos festines opíparos. O me machaco en el gimnasio o me tumbo a la bartola todo el día. La solución está en equilibrio, que al final es lo más sencillo pero lo que muchas veces más nos cuesta.
Y el equilibrio en lo que comemos pasa porque siempre tengamos todas las opciones disponibles, y desde la consciencia con nuestro cuerpo, o sea, las señales de hambre y plenitud, y también desde la consciencia de nuestros pensamientos y emociones, podamos decidir qué comer y cuánto comer.
Siempre deberíamos poder permitirnos comer un postre, siempre deberíamos poder permitirnos un aperitivo, no solo en verano, no solo en navidades. Si tenemos estas opciones siempre presentes, aprenderemos a auto-regularnos y escogerlas no porque no las podamos comer nunca y sean un premio, sino porque relamente es lo que nos apetece y en la medida que necesitamos.
El funcionamiento del todo o nada nos impulsa a que cuando nos permitimos comer, lo hagamos sin control, sin poder parar cuando estamos llenos y tenemos suficiente. Como no sabemos cuándo nos vamos a permitir el próximo postre, de forma inconsciente, aprovechamos esa oportunidad al máximo.
Una paciente me explicaba que cuando sale los sábados con su familia a cenar se come una pizza entera, cuando en realidad con media tiene suficiente. Como se pasa toda la semana a dieta ese día se dice a sí misma: este es mi premio por tanto esfuerzo.sE
En cambio, si cultivamos la flexibilidad, permiténdonos comer aquello que realmente nos apetece…pero haciéndolo de forma consciente, saboreandolo y disfrutándolo, sin sentirnos culpables, seremos más capaces de comer lo necesario para cubrir nuestras necesidades físicas y emocionales de nutrición y poder así regularnos sin tener que utilizar la fuerza de voluntad.
Por tanto, soltar la dieta y sustituirla por comer de forma consciente, o sea, practicar la no dieta, no nos llevará a bajar ese quilo por semana que parece ser el paradigma de la bajada de peso, pero sí que nos permitirá llevar una vida y una salud mucho más equilibrada todo el año y que nuestro peso poco a poco se podrá estabilizar.
Si queréis saber más sobre cómo puede la Alimentación Consciente ayudar a mejorar los hábitos de alimentación, te invito a leer este otro post.
Y para este verano te invito a empezar a practicar la no dieta, comiendo saludablemente y a la vez permitiéndote aquello que te apetece, escuchando tu cuerpo, tus señales de hambre, de plenitud y siendo consciente de que es la flexibilidad la que te ayudará a cuidarte mejor.
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