Espero que hayas tenido un bonito mes de agosto.
Yo me ha tomado unas largas vacaciones. Terminé julio mudándome al piso del que me marché hace 5 años cuando me separé. Después del fallecimiento de Enric, este va a ser mi nuevo hogar.
Después de hacer una pequeña reforma para sentirlo más nuestro, mis hijos y yo ya estamos instalados, iniciando una nueva etapa que espero que esté hecha de más calma.
Y retomo la escritura con ganas de seguir compartiendo contigo sobre autocuidado flexible y compasivo.
Uno de los grandes aprendizajes de estos años ha sido el de ser capaz de permanecer con una actitud de curiosidad no juicio y compasión ante las emociones y pensamientos difíciles que he ido experimentando. Abrirme al dolor y no intentar cambiarlo ha sido todo un reto.
Tenemos una mente con tendencia a solucionar, cambiar, minimizar lo que estamos viviendo.
Y normalmente lo hace a través del juicio, la comparación y la crítica. Estos pensamientos tienen la intención de que hagamos algo, de que actuemos para dejar de sentir eso difícil. Pero el coste de convivir con ellos es muy alto, ¿verdad?
Pero hay otra naturaleza que habita en nosotras. La de la bondad, la curiosidad, la comprensión. En realidad esa es nuestra verdadera naturaleza. Piensa en cómo funcionan los niños.
Te cuento todo esto porque es muy fácil descontectarnos de esa naturaleza. La sociedad nos lleva ello.
Este mes de septiembre he retomado las sesiones con mis acompañadas recordándoles esa naturaleza.
Algunas de ellas han venido cargadas de culpa y vergüenza por «los excesos» cometidos en el mes de agosto. Y rápidamente la mente solucionadora les ha conducido a buscar viejas soluciones que no solo no funcionan (dietas, ayunos, etc…), sino que les alejan aun más de esa naturaleza compasiva consigo mismas.
La cultura de la dieta disfrazada de mensajes de «cuidate», «ponte en forma», etc…acecha el mes de septiembre para aprovecharse de nuestra vulnerabilidad.
Hoy quiero recordarte que es posible cuidarte desde otro lugar. Es posible cuidarte desde la naturaleza amorosa, comprensiva y no juiciosa de la mente. Esa naturaleza que nos lleva a escucharnos, a atendernos como lo hacemos con nuestros seres más queridos.
Recuerda que tú también mereces eso, aunque la cultura de la dieta y la exigencia te digan que no, aunque la culpa y la vergüenza estén presentes, puedes ser tu mejor aliada y no tu enemiga. Tu cuerpo y tu mente te lo agradecerán y no solo eso, serás fuente de inspiración para los que te rodean.
Como siempre, espero que mis palabras te resulten inspiradoras. Me encantará saber si lo que te comparto tiene sentido para ti y saber cómo has empezado el curso escolar.
Te leo con gratitud.
Mireia
Interacciones con los lectores